El Mayor Burdel del Reino
Los burdeles o mancebías que proliferaban por la España medieval eran un gran negocio. Las mancebías solían ser uno o varios edificios rodeados por un muro en cuyo interior se podían disfrutar, naturalmente previo pago, de todo tipo de placeres carnales. Además, se hacía bajo el beneplácito de las autoridades (incluso las eclesiásticas) ya que estas hacían las vista gorda de lo que allí sucedía porque preferían tener tan incomodo mercadeo en un sitio restringido y controlado, a que la tentación y la lascivia carnal campara a sus anchas por las calles.
Caballero se fuga con una monja. Para evitar estas "perversiones" y otras, se consentía la existencia de burdeles.
Incluso, los dueños de estos establecimientos no eran gente de mal vivir y de antecedentes dudosos, al contrario. Solían ser nobles señores e hijos de algo que habían recibido los derechos de explotación de un burdel de mano del mismo Rey, el único que podía concederlas No fueron pocas, por ejemplo, las mancebías que concedió la muy católica Isabel de Castilla a sus más destacados guerreros. Y es que en aquellos años que te concedieran un burdel te arreglaba definitivamente la vida.
Curiosa ilustración en la que una prostituta le birla la cartera a un "pichón". (Ver la hábil mano a la izquierda)
Raro era la villa o ciudad donde no existiera uno o varios de estos lugares que eran visitados por todo tipo de personajes de todas las escalas sociales, incluidos los mismos reyes, a quien les gustaba de acudir a ellos, eso sí, vestidos de riguroso incógnito.
Incluso el genial Quevedo, al que este tipo de cosas no se le escapaban, tuvo a bien el hacer una tarifa justa y equitativa que, según su consejo, debería de regir en este tipo de negocios tal era el descontrol de precios que existía. Aclarar que su peculiar tarifa de precios nunca llegó ponerse en práctica por motivos obvios. He aquí algunos ejemplos de lo que proponía.
Si es blanca y aguileña, conforme a lo que se usa, vale seis reales en verano.
Si es gorda, por lo que suda, se le quiten tres cuartillos, y se le añadan en invierno por lo que abriga.
Mujer hermosa y boba, si calla, vale tres reales; y si habla, los pierde con el galán y la opinión. Y estos aplicamientos son para los hermanos sordos.
Mujer fea y discreta, de día no vale un cuarto; mas de noche, embozada en un rincón o detrás de una puerta, con la cara embozada o por detrás, vale dos reales; y si la tornan como purga, cerrados los ojos, vale dos reales y catorce maravedís; porque, al cabo, gozar una fea por discreta y una hermosa por boba, es una misma cosa.
Las doncellas valen tanto como costaron los juramentos para parecerlo; y si fueran de las Finas, aprobadas por el contraste de virgos, valen lo que costare el descubrir y hallar una de las tales doncellas.
Bizcas y tuertas dos miraduras con cuidado y un medio suspiro.
Etc….
NOTA: Puedes leer toda la "tarifa" en "Premática que ha de guardar las hermanitas del pecar, hechas por el fiel de las putas" de Francisco de Quevedo.
De este modo, no es de extrañar, que algunos de estos burdeles, especialmente en grandes ciudades, llegaran a tener proporciones considerables como es el caso del burdel de la ciudad de Valencia, el mayor burdel medieval de España y seguramente de toda Europa. Un viajero que llegó a Valencia en el siglo XVI, contaba esto:
" La putería pública, que tan común es en España, que muchos primero irán a ella que a la iglesia, entrando en la ciudad, no se ha de callar en este lugar. Es ella la mayor, según los curiosos desta materia dicen, de toda España, y está cercada en derredor con un muro,…".
Valencia en 1563. Según las descripciones el macro-burdel se puede ver:
"…junto al torreón de Santa Catalina, con una sola puerta al lado opuesto al mismo."
(No he sabido cubicarlo. Si alguien quiere intentarlo, aquí tiene la imagen ampliada)
Esta mancebía era como un pequeño poblado dentro de Valencia, pues dentro de un recinto rodeado por un muro se levantaban varios edificios formando calles y plazas donde se encontraban tabernas, comercios y naturalmente bellas mancebas que mostraban sus encantos desde las estancias particulares que habitaban cada una. Vamos, algo así como un parque temático del putiferio. Pero mejor que yo lo describe un testigo que lo visitó en el XVI:
..Después de cenar los dos gentiles hombres en compañía de otros de la ciudad, fueron a ver el lugar de las mujeres del partido, que es grande como un pueblo y está cercado de paredes y cerrado por una sola puerta. Ante esa puerta se halla levantada una horca para aquellos que cometiesen alguna fechoría en el interior. A la entrada un conserje recoge los bastones a los visitantes y se les dice que si tienen a bien confiarle el dinero que lleven, se lo devolverá íntegro a la salida; mas si no acceden a ello y por la noche fuera robado, robado se queda.
…Y en dicho lugar hay tres o cuatro calles llenas de casitas, cada una de las cuales sirve de albergue a varias muchachas, ricamente vestidas de terciopelo y seda. Dichas mozas serán en conjunto unas trescientas, las cuales tienen sus aposentos aderezados con bastante primor. La tasa que allí rige es de cuatro "dineros" de su moneda -en Castilla sólo se pagan cuatro maravedíes- no pudiendo exigir mayor cantidad por una noche. Hay también varias tabernas y posadas.
…Por efecto del calor no se puede ver este lugar tan bien de día como de noche, al oscurecer, pues entonces las muchachas están sentadas en el umbral de sus puertas, con una hermosa lámpara colgante del dintel, a fin de ser vistas. Dos médicos, diputados y pagados por la ciudad, visitan una vez cada semana a las mozuelas, para en caso de encontrar a alguna atacada de enfermedad secreta, separarla inmediatamente de las demás.
.. Nunca había oído hablar de que hubiese tal policía en lugar tan vil. La policía era, en efecto, excelente y la organización de este singular establecimiento dejaba poco que desear. Todo en él estaba ordenado de tal suerte, que los desórdenes se apaciguaban del modo más fácil. La autoridad local desplegaba la mayor pericia y diligencia en la buena disposición de aquel burdel modelo"
Aseo en una mancebía.
Este peculiar establecimiento estuvo funcionando casi tres siglos, desde principios del siglo XIV a finales del XVII y sus normas y modo de funcionar sentaron jurisprudencia en todos los burdeles de España.
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Visto en el libro:
Casas de Lenocinio, Holganza y Malvivir. de Javier Rioyo.
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Publicado por VRedondoF para HISTORIA el 2/17/2009 07:45:00 PM