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[A2] La realidad y la tribuna

 La realidad y la tribuna


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Lo bueno que tiene el la tribuna del Congreso es que lo aguanta todo; llega el que tiene el turno de palabra y una vez instalado tras el burladero con su vaso de agua recién traído por el ujier -que vaya trajín el del vaso de agua de quita y pon- dice unas veces lo que piensa y otras -¡cuántas, Señor, cuántas!- lo que no piensa pero debe decir. La palabras, las promesas, las acusaciones y hasta lo números vuelan sobre el hemiciclo y llueven luego sobre la ciudad, sobre el país, calando así en la conciencia de la ciudadanía. Lo malo es le tiempo, la realidad, la vida, ese testigo impertinente que nunca se sube a la tribuna pero que termina imponiéndose aunque en una contradicción difícil de entender. Porque lo dicho en la tribuna, lo que caló en su día, luego no acaba de ocurrir y hasta es posible que ocurra lo contrario y sin embargo nadie parece preocuparse mucho por ese desencuentro.

¿Qué queda de la "cuarta pata" del estado de bienestar, ese triunfo paseado, ofrecido, vendido, mostrado por el Gobierno ZP que fue la Ley para la Dependencia? ¿Quién ha vuelto a saber de ella, a preguntar por ella, a citarla en este tiempo de crisis y rigores? Sigue su curso, dicen, pero no es verdad: llegó a dónde llegó -y no fue lejos- y ahora sigue estancada en la recesión; no se extendió como estaba previsto, ni creó los puestos de trabajo que se anunciaban entre clarines como un hecho ya consumado. Sólo desde minoritarias revistas del sector afectado se denuncian con cuentagotas los inmorales incumplimientos; da igual: sirvió para lo que tenía que servir que fue su venta y el resto ya es historia.

¿Qué pasa con las PYMES, el ICO y los créditos? Más de lo mismo; dice el Presidente del Gobierno que estas cosas no se hacen de la noche a la mañana, que hay que tener paciencia y que el dinero llegará, que volverán los créditos. Y tal vez, sí, pero para cuando eso ocurra, sólo sobrevivirán los que de todas formas hubieran sobrevivido. Las empresas se están cerrando una tras otra porque como no pueden cobrar no pueden pagar, así de fácil y no es una empresa menos: son tres o cuatro o más las que se vienen abajo a la vez en ese círculo vicioso que antes se aguantaba gracias a las líneas de crédito que hoy se han cerrado y que los bancos, al menos a corto plazo, ya han dicho claramente que no se van a abrir.

Y las PYMES cierran porque ni siquiera tienen para disminuir las plantillas por las leyes que rigen un mercado laboral y que apenas diferencian entre una frutería o un taller y una empresa importante por el número de sus trabajadores. La Unión Europea admite como PYME a empresas medias (entre 50 y 250 trabajadores), pequeñas (entre 10 y 50) y lo que denominan micro empresas (de 2 a 10 trabajadores). Y la Ley es igual para todas y eso es, naturalmente, absurdo. Pero el Gobierno, que va de socialdemócrata total, no quiere ni oír hablar del tema. Pues tendrá que hacerlo porque no tiene sentido y es perjudicial para todos que a un taller con seis trabajadores le resulte mejor cerrar que despedir a dos.

No tiene sentido como tampoco lo tiene -y hasta parece poco constitucional- que me salga más caro contratar a mi señora o a mi hijo que a dos extraños o que para iniciar un negocio lo primero que tenga que hacer es aprender informática o pagar no se cuántos euros a un gestor porque es prácticamente imposible atender/entender todo lo que pide Hacienda y una burocracia insaciable. Así, poniendo chinitas y zancadillas en el camino, no hay quien arriesgue nada. Menos mal que los discursos desde la tribuna, nos dicen lo contrario y hasta parece que les sale del corazón.



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Publicado por VRedondoF para A2 el 2/14/2009 11:06:00 AM