La Economía de la "baguette"
@Jesús Cacho - 27/09/2009
Lula Da Silva, siendo todavía aspirante a la presidencia del Gobierno de Brasil, preguntó un día a un español importante, un hombre que llegó a tener bajo su directa responsabilidad a 12.000 profesionales sólo en España, qué había que hacer para acertar en Economía. Y el español, un pozo de sabiduría, le contestó con una sencilla metáfora: "Mire usted, desde el punto de vista social, que es el que le preocupa, la economía es como una gran baguette. El 10% de la derecha son ricos, a los que puede apretar con impuestos varios para que contribuyan al bienestar general; el 10% de la izquierda son pobres, a los que deberá proteger con programas sociales de todo tipo, y el resto, ese amplísimo 80% de la barra de pan, es gente trabajadora, clases medias en su más amplia acepción, a los que usted deberá presidir con eficacia y honestidad. Eficacia entendida como buen criterio a la hora de manejar las variables macroeconómicas dependiendo de la coyuntura, y honestidad para pensar siempre en el bien común por encima del suyo propio o de su partido".A Lula no parece haberle ido nada mal el consejo, a juzgar por su índice de popularidad y el despegue de Brasil como gran potencia mundial. Justo lo contrario que a Rodríguez Zapatero, en su momento más bajo de prestigio dentro y fuera de una España convertida hoy en un país periférico. Nuestro presidente ha hecho suya la metáfora de la baguette pero al revés: Exceptuando una parte mínima de la barra ocupada por los pobres, a los que es necesario proteger con políticas "sociales", el resto son "ricos" a los que hay que brear a impuestos para arreglar los desperfectos provocados por el despilfarro gubernamental. Más que nunca ZP aparece como un presidente preocupado por su electorado natural, renunciando a su obligación constitucional de ser el Presidente de todos. Como el argumento de la paz social, ese gran paraguas urdido para vadear con resuello los bajíos del inmenso paro que nos atenaza, se le vino abajo por la resuelta negativa de la CEOE a participar en la farsa, el presidente y su Gobierno han puesto en el punto de mira de su fusil dialéctico al colectivo empresarial, estamento que en las sociedades libres suele ser el llamado a crear empleo.
En busca de enemigos imaginarios, Zapatero se fabrica un campo de batalla artificial convencido de que de esta guisa pondrá cachonda a su clientela de izquierdas. No se sabe si en el hallazgo le habrá ayudado Cándido Méndez, ingrediente básico en la empanada "social" del zapaterismo, con quien comparte relajadas cenas en familia los sábados noche, pero el caso es que ya tenemos identificado al malo de la película: La CEOE, es decir, los empresarios, con el Banco de España que gobierna el socialista Fernández Ordóñez en el papel de distinguido extra. Felipe González, mucho más fino, jamás utilizó el genérico para zaherir a los empleadores como colectivo. "Yo también tengo mis empresarios", solía decir. Zapatero también los tiene, pero ahora andan muy escondiditos: han hecho mucho dinero a la sombra de Moncloa y más que esperan hacer aferrados al palo mayor de esa pintoresca Ley de Economía Sostenible, ya saben, molinillos de viento, coche eléctrico, bombillas y por ahí. Mientras tanto, los sindicatos, cada vez más cerca del modelo peronista que patrocina el jefe, amenazan en echarse a la calle no contra ZP, sino contra los empresarios. El mundo al revés.
Pactos para abordar las grandes reformas
Preocuparse solo de su imagen pública mediante la táctica de agitar las pasiones de su electorado más radical demonizando a los empresarios como si fueran un partido político es conducta –a la que se ha prestado también la ministra de Economía, Elena Salgado, que no hay mayor tentación que la de tratar de agradar al jefe con lo que al jefe le gusta- de enorme gravedad y sin parangón en un país desarrollado. Sobre todo porque lo que están pidiendo los empresarios, de una ortodoxia irrefutable, es de sentido común y coincide plenamente con el consenso de los economistas y con la práctica totalidad de los organismos internacionales: que son imprescindibles las reformas de fondo no sólo para salir de la crisis cuanto antes, sino, y más importante, hacerlo creciendo de forma vigorosa para crear empleo en cantidad suficiente.
De modo que, falto de apoyo social, Zapatero reemprende el camino en solitario y en procura del respaldo de este o aquel grupo de diputados que le permita salvar el trance de los PGE de 2010 tras pagar el peaje correspondiente. Y como no vamos a hacer reformas y tampoco vamos a recortar el gasto, sólo queda expedita la vía de la subida de impuestos, subida que evitará que el déficit público se dispare al 15% pero que no arreglará los problemas de fondo. Pero sólo los impuestos indirectos (del 16% al 18% a partir de julio en lo que al IVA general respecta) garantizan un aumento de los ingresos fiscales, porque los incrementos anunciados ayer sobre las llamadas rentas del capital o son irrelevantes o se traducen en distorsiones tan importantes de la actividad económica que terminarán por afectar negativamente a la recaudación tributaria. La ministra Salgado anunció días atrás que el Ejecutivo revisará "todos los tipos impositivos". Flagrante la ausencia de voluntad política para hacerlo al tiempo con "todos los tipos del gasto", elemento esencial cuando se trata de lidiar con crisis tan grave como la española. ¿Por qué no somete usted también a revisión el gasto público, como haría cualquier familia sensata que, tras perder parte de sus ingresos, se ve obligada a apretarse el cinturón?
La situación española es tan apurada que reclama a gritos la existencia de liderazgos fuertes, políticos con algo se sentido común y cierto grado de patriotismo, dispuestos a tomar decisiones drásticas pensando en el medio y largo plazo. Por desgracia, tenemos en el puente de mando a alguien sólo preocupado por tapar los agujeros que diariamente le salen al paso, con el objetivo puesto en las encuestas de opinión. Es cierto que gran parte del gasto incluido en los PGE está ya comprometido en partidas tales como seguro de desempleo, sanidad o educación, pero, aceptando esa realidad, lo cierto es que un Gobierno preocupado de verdad por lo "social" y una oposición responsable deberían ponerse de acuerdo en lograr un gran pacto fiscal que contemple al tiempo ingresos y gastos. El Ejecutivo tiene la llave de un empleo público donde podrían hacerse economías, lo mismo que en Sanidad (¿por qué descartar el copago a partir de cierto nivel de renta?), la Educación (cobrar la Universidad a quienes puedan pagarla), el despilfarro de las televisiones públicas y tantas cosas más. No se trataría tanto de reducir costes como de replantear a fondo la composición del gasto, asignatura pendiente que habrá que abordar de grado o por fuerza, como han hecho ya países como Gran Bretaña.
Una parte mínima de la baguette está ocupada por los pobres, a los que es necesario proteger con políticas "sociales", el resto son "ricos" a los que hay que brear a impuestos para arreglar los desperfectos provocados por el despilfarro gubernamental
Ni Gobierno ni oposición
La dura realidad apunta a que, más pronto que tarde, la actual estructura de ese gasto público es insostenible y en modo alguno cabe pensar que las eventuales subidas de impuestos serán capaces de financiar los compromisos de gasto asumidos por ZP. No hay aumento de impuestos que valga para pagar tanto despilfarro. Si hoy gastamos 100 e ingresamos 90, no es difícil imaginar un escenario de salida de la crisis con un gasto de 110 y unos ingresos de 80, entre otras cosas porque el inmobiliario, que ha sido el sector que ha nutrido las arcas públicas –y también muchas privadas, para qué negarlo- con prodigalidad estos años, dejará de representar el peso que ha tenido en el inmediato futuro. Todo el mundo, por ejemplo, estaría hoy dispuesto a firmar un gran pacto sobre pensiones. ¿Ahorro inmediato? Cero, cierto, pero ese acuerdo se convertiría en el más saludable mensaje que España podría enviar a los mercados, algo que se reflejaría enseguida en el diferencial de nuestra deuda pública, insuflando confianza a los agentes económicos al dar respuesta a la pregunta que hoy angustia a tanta gente: ¿hay alguien ahí? Y lo mismo cabría pensar de un gran pacto por la Sanidad o la Educación.
Al señor presidente no le interesan los pactos. Lo suyo es mantener viva la brecha entre las dos Españas, gobernando para una de ellas. Subida de impuestos y aborto. Fuego para enmascarar un incendio. Un señor que no parece capaz de poner orden en su propia casa, pretende gobernar la de todos. Y en la acera de enfrente, una oposición que sigue con una mano atada a la espalda, permanentemente enredada en los casos de corrupción que le asedian por las cuatro esquinas. Ni Gobierno, ni oposición. Nunca tantos sufrieron tanto por tan pocos. Pero, ¿no habíamos quedado en que la derecha no robaba? Pues no: a la derecha política española le salen chorizos para alimentar el cocido nacional durante lustros, y en Génova no saben qué hacer con tanta charcutería. Confundidos por la avalancha, sólo aciertan a echar garbanzos fuera: que si Rubalcaba, que si la policía, que si los jueces… Y no es eso, no es eso, señor Rajoy. Usted tiene que mojarse y limpiar el partido de golfos. Y una vez que haya barrido la casa, entonces sí, entonces será el momento de empezar a preocuparse por la utilización torticera que Interior pueda estar haciendo del aparato del Estado. Mientras tanto, mientras usted no se moje y adopte medidas de una radicalidad ejemplar, seguirán siendo muchos los ciudadanos que, queriendo votar una opción de derecha moderna y honesta, sigan sin poder hacerlo. Tolerancia cero con la corrupción.
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Publicado por VRedondoF para POLITICA el 9/27/2009 08:10:00 AM