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[RFP] El precio de la felicidad


El precio de la felicidad

Diferentes estudios afirman que no existe una relación directa entre dinero y felicidad. Las personas que se declaran felices cultivan afectos sólidos y relaciones personales de calidad, son abiertas, se sienten responsables de lo que les sucede en la vida y realizan un trabajo satisfactorio.

ÁLEX ROVIRA CELMA 23/10/2005


Woody Allen dijo en cierta ocasión: "El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un auténtico especialista para verificar la diferencia". En efecto, a menudo se vincula el hecho de tener dinero con la felicidad, pero ¿hasta qué punto es el dinero causa de la felicidad? Vamos a investigar, a partir de diversas fuentes, la relación entre estos dos conceptos. En cualquier caso, y de entrada, cabría diferenciar, por un lado, el concepto de felicidad y, por otro, el de confort, el de bienestar y el de satisfacción material. Vamos por partes:


¿Qué nos hace sentirnos felices? A partir de los datos del barómetro de la felicidad realizado en 22 países –entre ellos, España–, el dinero queda lejos de los primeros puestos como procurador de felicidad. El aspecto que, con diferencia, se considera más importante a la hora de declararnos felices es la relación con nuestros amigos y familiares (casi el 40% de los entrevistados lo cita en primer lugar). El dinero apenas es citado por un 8% de las personas consultadas. Curiosamente, en el 90% de los países en los que se llevó a cabo esta investigación la felicidad se relacionaba mucho más con las relaciones personales que con la posesión de bienes materiales.
Si algo aparece también como un elemento importante para construir la felicidad personal es, sin duda, la relación con el trabajo y la disposición de tiempo de ocio. En España, el índice global de satisfacción con el trabajo se sitúa entre los más bajos de la muestra de países y a la cola de los europeos occidentales. La cuestión parece centrarse en las amplias jornadas que los españoles dedican a ganarse la vida.
No obstante, está claro que un número importante de ciudadanos tiende a relacionar el dinero más con el confort y la calidad de vida que con la felicidad. En este sentido, los españoles declaran sentirse bastante satisfechos con su calidad de vida (86% se dicen satisfechos; un 13,5%, insatisfechos o muy insatisfechos).
¿Cuáles son entonces las características de las personas que se declaran felices? Diversas investigaciones muestran que son varios los aspectos que tienen en común los que consideran que tienen una vida feliz:
Son personas que declaran cultivar redes de afecto sólidas y relaciones personales de calidad, en las que abundan el diálogo, la espontaneidad, pero también la comprensión y la intimidad.
Tienden a sentir que no son meros resultados de las circunstancias, sino que, de alguna manera, son responsables de lo que les sucede en la vida, sobre todo cuando las circunstancias se tuercen, y, en consecuencia, actúan para corregir esa situación.
Son personas más abiertas a la hora de compartir sus emociones y expresar sus estados de ánimo. Por el contrario, la tristeza, la depresión y la infelicidad está más presente en aquellos que tienden a reprimir sus emociones.
Los que se sienten felices se declaran optimistas, aunque no ingenuos. Hacen de la adversidad una oportunidad de aprendizaje. Tienden a ver las situaciones difíciles de forma más positiva y se ven menos influidos por los resultados negativos, ya que afirman dar un sentido a aquello que les sucede, en coherencia con la dirección que quieren llevar en su vida.
Cuidan de su salud física, hacen actividades deportivas, cuidan su cuerpo. Cuanto mejor sea la salud física, y, en consecuencia, la higiene mental que ésta genere, mayor será la resistencia psicológica, el nivel de energía y la felicidad declarada.
Dicen realizar un trabajo que les aporta satisfacción personal. En muchos casos, un trabajo deseado al que han llegado tras importantes inversiones y esfuerzos, que, con el tiempo, han dado sus frutos.
Curiosamente, un bello indicador es que, cuanto más implicada está una persona con una determinada causa social a la cual dedica un tiempo de trabajo como voluntario, más feliz se declara ésta.
Se ha visto que variables como la edad, la clase social, los ingresos, el cociente intelectual y la educación no parecen tener mucha influencia en la felicidad de la gente. Es decir, que la felicidad no parece reservarse a un segmento concreto de la población (aclaremos que todo lo anterior hace referencia a investigaciones llevadas a cabo en los países autodenominados desarrollados).
Cuando se espera que el dinero nos arregle la vida. Últimamente he tenido la oportunidad de hablar con varias personas a las que los juegos de azar les fueron favorables y obtuvieron una gran cantidad de dinero en un solo premio, lo que conocemos por tener un golpe de suerte. Han sido personas que he encontrado no sólo en España, sino también en otros países de Europa, del continente americano e incluso de Asia. Me refiero a gente que en un instante han visto cómo en su cuenta corriente entraban millones de euros o de dólares.
Es muy interesante observar cómo, a una amplia mayoría de estas personas –y siempre según sus propias opiniones–, el golpe de suerte no les trajo la deseada felicidad. Sin duda los bienes materiales entraron con fuerza en su vida, y en muchos casos el lujo y la ostentación hicieron aparatoso acto de presencia. Lo curioso del caso es que estas personas, por chocante, contradictorio, sorprendente o increíble que parezca, me contaron que ese dinero se esfumó de sus manos a una velocidad francamente sorprendente (el intervalo de volatilización del premio oscilaba entre tres y siete años), y, en ese proceso, fueron abundantes los desencuentros, las broncas e incluso las graves crisis con aquellos que antes del golpe de suerte formaban parte de sus redes de afecto. En muchos casos las historias darían para un sangrante culebrón, de aquellos que nos hacen cuestionar hasta qué punto lo que nos cuentan puede haber sido real…
En esta sórdida casuística podemos incluir también a premiados con grandes cifras o activos en juegos de televisión. En más de un caso, gran parte del lote ganado tuvo que ponerse a la venta por la vía de urgencia y a precio de derribo en el mes de junio del año siguiente al obtenido para pagar los impuestos correspondientes a la declaración de renta y patrimonio, además de tener que añadir algo en efectivo del propio bolsillo. Todo ello por falta de información y, en muchos casos, también de previsión.
En cualquier caso, conviene decir que existe una minoría superviviente al golpe de suerte. Se trata de personas que habían desarrollado una mentalidad de ahorro y que no veían en ese dinero una huida hacia delante de sus problemas, sino un generoso regalo del azar que convenía gestionar con sigilo, cuidado, prudencia y la generosidad o solidaridad necesaria, aunque también llevada a cabo desde la más estricta discreción.
Entonces, ¿cuál es la relación entre dinero y felicidad? Parece claro que el nivel de ingresos condiciona el confort y el bienestar, pero está débilmente relacionado con la felicidad que tiene más que ver con temas del corazón, de la realización en el trabajo, de la salud y de dar un sentido a esta vida.
Quizá más preciso que Woody Allen era Salvador Dalí cuando en cierta ocasión dijo: "No sé si el dinero da o no da la felicidad…, pero de lo que estoy convencido es que, sin duda, es el mejor de los sedantes". Entonces, será eso.

¿Y cuál es el umbral económico de la felicidad?

Diversas investigaciones sostienen que a partir de cierto umbral de ingresos el dinero deja de aportar felicidad. Y que, obviamente, éste es necesario para satisfacer necesidades básicas, sin las cuales no podemos hablar de una mínima satisfacción personal.
Expertos en el estudio de la relación entre dinero y felicidad, como Joseph Heath, sostienen que, al llegar a unos 8.000 euros anuales de renta per cápita el dinero deja de dar la felicidad. Otras fuentes, como la Encuesta Mundial de Valores, señalan que felicidad e ingresos aumentan en paralelo hasta los 10.000 euros de ingresos anuales. Las cifras suenan ajustadas, pero lo interesante es que ambos afirman que a partir de estas cifras el incremento de felicidad que genera un aumento de ingresos es muy limitado.
De lo que no hay duda es que cada vez son más los sociólogos y psicólogos que constatan que, a pesar de que los ingresos medios per cápita en los países desarrollados van en aumento, el porcentaje de personas que se declara felices está estancado o tiende a retroceder. Nuevo síntoma de que el dinero no es la única cosa que hay en la vida. Ya lo decía Rodolfo Sciammarella en su vieja canción: la salud y especialmente el amor también cuentan, y mucho.
Álex Rovira es profesor de Esade, conferenciante y escritor.


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Publicado por VRedondoF para RFP el 12/23/2009 06:54:00 PM