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[LA EMPRESA] Mi abuelo, Jaime, Luis y el bar de mi barrio

Mi abuelo, Jaime, Luis y el bar de mi barrio

@Leopoldo Abadía - 05/05/2009 06:00h

En los principios del siglo XX, mi abuelo paterno era peatón.  Los peatones eran empleados de Correos, que se encargaban del reparto de la correspondencia por los pueblos. Tenía pocos años, cargaba su bolsa y, venga a andar, llevaba las cartas por los pueblos que le habían asignado.

 

Luego fue aprendiz en una tienda. Siempre dijo que dormía debajo del mostrador y nunca llegó a entender por qué los aprendices tenían derecho a hacer vacaciones como  los demás. "Son unos señoritos", solía decir.

 

Luego trabajó de  empleado en otra tienda y después, se estableció por su cuenta.

 

Después de trabajar todo el  día, de madrugada, se ponía en la puerta de la tienda (lo de la libertad de horarios se inventó después) y a los que pasaban -no serían muchos-  les preguntaba si habían ganado dinero aquella noche en el casino. Si le decían que sí, les animaba a que entrasen y se hiciesen un traje, que, por supuesto,  lo hacía él, con más o menos acierto.

 

En los años 60, por esas  cosas que pasan, conocí a Jaime en Estados Unidos. Tenía una empresa  textil importante en Barcelona,  pero tuvimos que ir a Boston, cada uno por su lado, para  conocernos. Nos hicimos muy amigos. No tenía estudios universitarios. Había sido boxeador y luego carbonero. Trabajaba mucho. Montó un negocio en el que trabajaban unas 300 personas.

 

Era un hombre bueno, recio, de esos en los que uno se pude  apoyar. Se manejaba bien por todo el mundo. Cuando le preguntaba en qué idioma se entendía, ponía cara de sorpresa y decía  "¡En catalán!" Y era verdad. Le parecía lo más normal.

 

Montó un negocio en Venezuela. Le  costó arrancar. Con 50 años y una buena posición económica, se fue a vivir a Caracas. Roser, su mujer, iba allí cada 15 días. En aquella época, yo iba también con mucha frecuencia. Una vez que le tocaba ir a ella, le llamó y le dijo que, como iba yo, ella se había quedado. Y Jaime  le dijo: "Leopoldo me cae bien,  pero prefiero que vengas tú".

 

Luis es un íntimo amigo mío. Con su hermano montó una empresa en los años 50. (No sé qué me pasa últimamente. Sólo hablo del siglo pasado. Y, si me descuido, del otro, como en el caso de mi abuelo.)

 

Cuando se  casó, se compró un coche de tercera o cuarta mano. Allí dormía su mujer mientras él trabajaba por la noche en la fábrica y ella le esperaba fuera.

 

Mi abuelo, Jaime, Luis…¡cuánto trabajaban! ¡Y cómo se notó!

¡Y cómo lo notó la gente que tuvo trabajo gracias a ellos!

 

El otro día fui a desayunar a un bar que está cerca de mi casa en Barcelona. Han cambiado el  horario: ahora es de 6.30 a 21, de lunes a domingo.

 

Ya lo sabían, pero han vuelto a inventar lo de mi abuelo, lo de Jaime, lo de Luis: que hay que trabajar. Se  cansarán más, pero seguirán adelante y saldrán de ésta.

 

Veo fotos de la época de mi abuelo, pocas y amarillentas. Y de la época de Jaime y de la de Luis, en blanco y negro. ¡Qué mal  vivíamos entonces! ¡Qué mal estaban las  ciudades! ¡Y qué poco ayudaba el Gobierno!

 

Mi abuelo, y Jaime y Luis nunca se plantearon cómo les podía ayudar el Gobierno. Se jugaron su dinero, y dieron trabajo a mucha gente.

 

¿Qué nos pasa ahora? Tengo la sensación de que llevamos mucho tiempo viviendo demasiado bien. Tengo la sensación de que educamos a los hijos y a los nietos con esa filosofía (por llamarle de alguna manera)  absurda de "no quiero que pasen lo que he pasado yo".

 

Y esos hijos y esos nietos, una vez educados (¿?) así, se lanzan a  la calle a exigir empleo. O sea, a exigir que unos cuantos se jueguen su dinero para  darles de comer a ellos. Pero ¿qué empleo les van a dar a estos mozos? ¿Quién será el abuelo o el Jaime o el Luis que se jugará su dinero y les dará trabajo?

 

Me parece que tenemos que volver a tomarnos la vida en serio. Que no puede ser que la próxima generación sea una mezcla de merengue y helado de tuti-fruti, con un Master, por supuesto, pero merengues.

 

Yo ahora digo que "de ésta" ya hemos empezado a salir. Pero lo digo pensando que hay muchos abuelos/Jaimes/Luises que, sin manifestarse, están trabajando.

 

Estuve hace unos días en un pueblo cerca de Barcelona, en una reunión de empresarios. Miércoles por la tarde, víspera de puente. La  sala, llena. Los empresarios, planteando sus dudas  y el Alcalde diciendo lo que el Ayuntamiento estaba haciendo para ayudarles. Nadie  se quejaba. Todos planteaban lo que hacían y lo que se podía hacer.

 

Me acordé de mi abuelo, y de Jaime, y de Luis.  Y del dueño del bar de mi barrio.

 

Y pensé que sí, que tengo razón, que ya estamos saliendo de  la crisis. Y que es posible que muchos no se hayan enterado, porque siguen quejándose de lo mal que está todo.

 

Hay que arreglar muchas cosas. Hoy se me ocurren unas cuantas.  (Haciendo un pequeño esfuerzo, se me ocurrirían muchas más, pero no me caben en este artículo.)

 

  1. La  financiación de las empresas. Lo están pasando mal. Muchas  se sienten estranguladas.

 

  1. Las distracciones infinitas del Estado y de las Comunidades Autónomas. No conozco a Núñez Feijóo, Presidente de la Comunidad de Galicia. Sólo he leído que tiene novia y que está reduciendo mucho el gasto de la Comunidad. Pues mire, D. Alberto: ya me cae usted bien. (No por lo de la novia,  que a quien le tiene que caer bien es a usted, sino por lo del gasto.)

 

  1. La formación de los chavales. Antes se decía que hay que hacer hombres para el mañana. Me parece que hoy se dirá hombres/mujeres. Se llame como se llame, hay que volver a poner de moda el trabajo y hay que volver a poner de moda al empresario.

 

  1. Porque a los chavales les tenemos que meter en la cabeza  que hay que trabajar, y que sin trabajar no haremos nada.

 

  1. Y hay que decir en público que sin empresarios, tampoco haremos nada. Y que no me cuenten cuentos: lo del empresario con sombrero de copa, los anillos de oro y el  signo del  dólar en la solapa es una bobada.  Eso no es un empresario. Eso, si existe, es un desgraciado. Los empresarios son otra cosa.   Y nos hacen falta MUCHOS.

P.S.

 

  1. No he dicho que, entre las  cosas que hay que hacer, está la reforma laboral, porque no sé qué quiere decir.  Parece que hay unos que dicen que hay que dar facilidades para despedir  y otros que no. También supongo que unos y otros dicen otras  cosas.

 

  1. Como he dicho ya otras veces, creo que lo laboral,  si es que hay que arreglarlo, no se resuelve con una declaración de Fernández Ordóñez, una contradeclaración de Celestino Corbacho, otra declaración de Cándido Méndez y, para rematar, otra contradeclaración de Díaz Ferrán.

 

  1. No, que si hemos de trabajar, hay que hacerlo en serio. Que no podemos hablar y hablar y hablar mirando al tendido, como toreaba Manolete (un torero también del siglo pasado, que a mí me gustaba mucho.) Que hay que mirar al toro, no al público. Todos juntos. Creo que a eso le llaman "diálogo social".Que le llamen como quieran. Yo le llamaría discurrir con la cabeza y no con los pies.


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Publicado por VRedondoF para LA EMPRESA el 5/05/2009 01:42:00 PM
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[FINANZAS] Se busca anciano activo en país de prejubilados

Se busca anciano activo en país de prejubilados

Hay que retrasar la edad de retiro para cuadrar las cuentas, pero pocos llegan trabajando a los 65 - Se abre paso la idea de la jubilación flexible

ARIADNA TRILLAS 05/05/2009

 

La vieja caja de Pandora de la reforma de las pensiones ha vuelto a abrirse, liberando de nuevo el llamamiento a jubilarnos más tarde. Y los sombríos augurios si no se actúa, proyectados por el Banco de España, están generando cierta perplejidad en Jordi Romeu. El hoy concejal de Molins de Rei (Barcelona) fue invitado a la prejubilación a los 50 años de edad, después de tres décadas largas fichando para el mismo banco, el BBVA, donde era jefe de riesgos para clientes institucionales. ?Sí, los llamamientos a retrasar el retiro me sorprenden. Yo, en mi sector, donde no se suele sufrir un desgaste físico como en la mina o la pesca de altura, la persona de mayor edad... ¡apenas llegaba a los 60!?, exclama.

      Es un contrasentido que un Estado diga que necesita manos y renuncie a ellas

      La proporción de pensionistas adelantados a su edad va a menos

      España busca más jubilados en un mercado laboral donde abundan los prejubilados. Es una práctica ya casi tradicional en los bancos y las cajas de ahorros para renovar a sus respectivas plantillas. Pero no sólo. Grandes empresas radicadas en actividades tan distintas como el transporte aéreo (Iberia), la industria tabaquera (Altadis), el automóvil (Seat) o las telecomunicaciones (Telefónica) han limado sus excesos de personal abriendo la puerta a los empleados más próximos a la edad de jubilación legal (65 años). Y esa edad no siempre está tan próxima. En RTVE, la tijera que ha podado 4.150 puestos de trabajo ha cortado a partir de los 52. Y ahí está el intento de Telefónica de rebajar el listón hasta los 48, aunque un pacto con Trabajo ha eliminado este listón y da a la decisión carácter voluntario.

      ?Todo el mundo sabe, menos el Gobierno y los sindicatos, que el sistema español no es sostenible y que algo habrá que hacer; algo como aumentar la edad de jubilación a medida que se alargue la esperanza de vida?, comenta el profesor de IESE Javier Díaz Jiménez, coautor del informe El sistema de pensiones español. ?Eso es distinto del hecho de que, en crisis, las grandes empresas aprovechen el margen que les da el marco legal para flexibilizar sus plantillas y reducir costes mediante las prejubilaciones?, precisa.

      Ya lo aprovecharon en el pasado. ?Las prejubilaciones no son para nada un fenómeno nuevo en España, pese a lo vistoso de algunos casos recientes, porque a la empresa le sale más rentable que un despido en el caso de trabajadores con mucha antigüedad?, subraya Susana Pizarroso, socia responsable del Área Laboral de KPMG. Se recurrió a ellas ya a finales de los setenta y en los ochenta, con la reconversión de industrias como la siderúrgica o la minera, o en la ola de fusiones bancarias de principios de los noventa.

      Son perfectamente legales y menos traumáticas que un despido. Pero no pasa desapercibida la paradoja de que se acorte la vida laboral del trabajador en un país al que Bruselas, el FMI y la OCDE le recuerdan de vez en cuando que necesitará más manos (léase cotizantes) durante más tiempo.

      Esta paradoja ?no es de recibo?, enfatiza Roberto Pereira, presidente de la Comisión de Aspectos Laborales de la Empresa del Consejo General de Economistas. ?Hoy podemos permitirnos estas prejubilaciones masivas porque en la pirámide de población tenemos aún una amplia base de cotizantes que subvenciona a un vértice de pensionistas?, reflexiona, ?pero esta pirámide irá cambiando con los años y lo que hoy somos capaces de absorber será imposible de absorber en 30 años. En el futuro, mi impresión es que el Gobierno no va a permitir esa alegría en las prejubilaciones a edades tan tempranas?.

      ¿Por qué? Por la evolución de la tasa de dependencia, que es la población de más de 65 años dividida por el número de trabajadores que los sostiene. Hoy, esa tasa es del 24%. En 2050 será del 59%. Según Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, el gasto en pensiones de jubilación, que equivale a poco más del 8% del Producto Interior Bruto (PIB) español, puede llegar a rozar el 16% en 40 años.

      ?Prejubilar a algunas personas puede ser oportuno en algunos casos, lo que no puede ser es la gran solución. Medidas que hoy pueden parecer necesarias y comprensibles por la crisis pueden volverse inoportunas dentro de unos años, porque nos toparemos con una tasa de dependencia demasiado elevada y con una falta de capital humano?, alerta Xavier Prats, director de Políticas de Empleo de Bruselas. ?A ciertas edades es siempre preferible preservar el empleo, aunque sea trabajando y cobrando menos, porque será difícil que esas personas vuelvan al mercado laboral?, añade.

      Al hilo del regreso al mercado laboral, hay que tener en cuenta que, según los acuerdos pactados, las incompatibilidades de un prejubilado le atan de manos. De eso se queja, por ejemplo, la veterana y reconocida periodista Rosa María Calaf, que durante buena parte de los 38 años que trabajó para RTVE metió en las casas por la pequeña pantalla lo que ocurría en medio mundo. ?Recibo muchas propuestas de instituciones educativas, medios de comunicación, organismos internacionales y hasta ONG, todas ellas basadas en una experiencia que he adquirido porque mi empresa, pública, invirtió en mí. Pero no puedo aprovechar esta experiencia, ni siquiera gratis?, lamenta Calaf. Al margen de las incompatibilidades de RTVE, la parte que cobra del Inem le impide embarcarse en viajes largos al extranjero. ?Podría estar generando dinero a la Seguridad Social, en lugar de consumir sus fondos?, se extraña.

      Cada caso es un mundo. ?¡A mí el Estado no me paga ni un euro!?, puntualiza Romeu, que ha podido compatibilizar su remuneración como directivo prejubilado del BBVA (percibe una renta de sustitución equivalente a un 85% del sueldo que cobraba) con otros empleos. Sí es del todo incompatible trabajar en el sector financiero y asegurador. Y sigue cotizando a la Seguridad Social. El acuerdo con el BBVA se mantendrá hasta que Romeu alcance los 65 años y, no, como en otros casos, hasta los 61, edad en que en España se abre la veda a la jubilación anticipada. Salir del mercado laboral antes de los 65 está penalizado con un recorte anual de la pensión de entre el 6% y el 7,5%.

      Es de lo que se quejan muchos trabajadores convertidos en prejubilados a raíz de un expediente de regulación. ?Mi salida de la empresa no fue voluntaria?, constata José Comes, ex ejecutivo de Siemens que formó parte de las 177 personas, de entre 52 y 55 años, de las que la multinacional alemana prescindió en Cornellà (Barcelona) entre 1996 y 1998. Comes cobró dos años de paro. Después, Siemens completó su renta de sustitución, hasta los 61, en que pasó a ser un jubilado anticipado.

      ?Por el coeficiente reductor, a partir de los 61 años (o de los 60, en los casos de los mutualistas que cotizan desde antes de 1967) te quedas con una pensión reducida en un 30%, y no es justo porque no me prejubilé voluntariamente?, añade Comes.

      Ocurre en Valeo. O en Seat. En Internet abundan las webs donde los prejubilados víctimas de recortes de plantilla se movilizan para intentar tener el 100% de su pensión. Y eso, aunque hayan cotizado 41 años, caso del prejubilado de Telefónica Félix Higueras, representante de la Federación Madrileña de Prejubilados. ?Si hasta el secretario de Estado de Seguridad Social dice que hay superávit gracias a los coeficientes reductores que aplican a personas como yo, con prejubilación forzosa

      ?.

      Si no es por esos casos forzosos, la proporción de trabajadores que se jubilan de forma anticipada a los 60 o 61 años no va a más. Según el Ministerio de Trabajo, en 2004 suponía el 46,4% del total. Al cierre del tercer trimestre de 2009, bajó al 40,2%.

      ?Es mentira que hoy haya más jubilaciones anticipadas?, subraya, en declaraciones a este diario, el secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado, quien confiesa tener en mente endurecer más el recurso a las prejubilaciones. Para Granado, ?prejubilar a los 48 o a los 50 es un despilfarro social y económico?. Más que elevar la edad legal de jubilación, como han hecho (hasta los 67 años) Alemania, Noruega o Islandia, el secretario de Seguridad Social plantea la necesidad de ?más incentivos para que el trabajador se sienta motivado a seguir trabajando a partir de los 65, porque una sociedad que envejece con una esperanza de vida mayor y con una menor tasa de natalidad es lógico que vea desplazarse la edad real de jubilación, que en España es hoy 63 años y 10 meses, para hacerla coincidir con la legal (65)?. Y eso aunque sea con fórmulas de ?jubilación flexible?, reclama desde CC OO Carlos Bravo, quien recuerda que ?jubilarse a los 65 es un derecho, no una obligación?.

      Hoy trabajan en España cerca de 130.000 personas que ya han cumplido los 65. En teoría, este colectivo debería ir a más, porque cada año que pasa a partir de entonces sin jubilarse le aumenta la pensión (un 2% o un 3% según los años de cotización). ?Pero la prolongación voluntaria de la edad de jubilación, pese a los incentivos, no ha tenido el éxito esperado porque las empresas siguen primando la renovación de plantillas?, opina Carmen López, secretaria de Política Social de UGT.

      Mucho depende del ánimo de cada uno. ?Entiendo el debate de las pensiones, pero cuando uno lleva 40 años trabajando, puede tener ganas de hacer otras cosas?, apunta Romeu. Maria Rosa Mateu sigue regentando su negocio de hamacas en una playa de Malgrat de Mar (Barcelona) a los 67 años, tras 49 vinculada al sector del turismo. Aunque Mateu podría jubilarse a los 68, ?porque cumpliré 15 años como autónoma?, no cierra la puerta a seguir en la brecha: ?Tengo fuerzas para seguir uno o dos más, igual lo retraso. El trabajo me permite charlar, socializar. Y eso me gusta?.



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      Publicado por VRedondoF para FINANZAS el 5/05/2009 12:51:00 PM
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      [POR TEMAS] frases para pensar



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      Publicado por VRedondoF para POR TEMAS el 5/02/2009 05:34:00 PM
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      [ENIGMAS] LAS MENTIRAS DE LO PARANORMAL

      LAS MENTIRAS DE LO PARANORMAL

      Muchas gracias, fantasmas

      Por Jorge Alcalde

      El escepticismo es una cualidad devaluada. Pensamos en una persona prototípicamente escéptica y nos viene a la cabeza un hombre triste, serio, indagador, en sospecha permanente, algo entrado en años y escaso de cabellera, embutido en su sempiterno traje gris y chinchón. Un cara vinagre.
      Sin embargo, los ciudadanos de a pie somos, afortunadamente, escépticos impenitentes. El escepticismo aflora por doquier. Los que nos dedicamos a la agridulce profesión del periodismo sufrimos a menudo el escepticismo de nuestros congéneres. Habitualmente, no nos creen. Y a veces con razón. Algunos colegas han colocado a pulso nuestra profesión en los límites de credibilidad más bajos de la historia: "¡Estos periodistas...! ¡No puedes fiarte de ellos!".

      Cuando alguien me espeta una frase tal (y por desgracia ocurre más habitualmente de lo que me gustaría) trato de elogiar en mi interlocutor su inteligente rapto de escepticismo: "Haces bien en no creernos. En realidad, haces bien en no creerte casi nada de antemano".

      Podemos creernos las cosas por la autoridad de quien nos habla. Pero entonces estaremos renunciando a una de las facultades más divertidas que la evolución ha regalado a nuestra especie: la de pensar por nosotros mismos. La de aportar nuestro pequeño y modesto grano de arena al racimo de memes que nuestra generación atesora.

      Podemos también creernos las cosas porque nos las han revelado. Las revelaciones son fuentes habituales de autoridad. Alguien nos dice que tiene "un pálpito" y tendemos a creer que lo que nos dice alberga algún viso remoto de credibilidad. Si el agente del pálpito adorna sus cualidades con una jerga especial, la pertenencia a un grupo exclusivo, la envoltura de un halo esotérico... su autoridad se acrecienta.

      Sucede, sin embargo, que cuanto más sensible es para nosotros la información que nos dan, mayor es el grado de escepticismo espontáneo que nuestra mente pone en juego. Los pálpitos, con gaseosa. No permitimos, por ejemplo, a nuestro médico que nos diga que tiene el "pálpito" de que la mancha hallada en la radiografía torácica que acaba de hacernos es benigna. No permitimos a nuestro abogado que nos diga que tiene el "pálpito" de que Hacienda no va a revisar nunca nuestra declaración. Ni siquiera aceptamos al vendedor de nuestro nuevo coche de segunda mano que acuda a los "pálpitos" para asegurarnos que el vehículo está en perfecto estado.

      Y aun así el mundo está lleno de pálpitos, de mensajes no basados en la evidencia, de soluciones apresuradas y especulativas ante los problemas más extraordinarios. El mundo está lleno de terrenucos en los que el escepticismo se ha difuminado.

      Un mundo sin escépticos no sería sostenible. Un mundo sin periodistas que duden de las versiones oficiales de los políticos ni políticos que duden de las versiones oficiales de los gobiernos. Un mundo sin asociaciones de consumidores que busquen con rigor la trampa oculta detrás de la letra pequeña, sin ciudadanos que revisen la vuelta que les da el tendero, sin tenderos que comprueben el buen estado de la mercancía que venden. Un mundo sin niños que se escondan detrás de la puerta para pillar in fraganti a los Reyes Magos, sin maestros que pongan exámenes para comprobar la buena evolución de los alumnos.

      No es que no nos fiemos del prójimo. No. El mundo no tiene que ser necesariamente un territorio sin ley lleno de personas dispuestas a engañarnos a la primera de cambio. Si el inversor en bolsa pide informes independientes del estado de salud de una empresa y el médico pide una segunda opinión diagnóstica es porque pertenecen a la que pasa por ser la especie más inteligente del planeta, la única que se permite convertir la duda en método.

      Los científicos han elevado el escepticismo a la categoría de arte. Hasta el punto de que, si se comportan del modo correcto, terminan por no fiarse ni de sí mismos. Han elaborado un método de trabajo único. Todo lo que hacen, todo lo que descubren, todo lo que teorizan debe estar sometido al escepticismo de sus compañeros. Cada vez que un equipo de científicos propone un nuevo hallazgo ha de incluir en su propuesta las probables razones por las cuales su idea podría estar equivocada. Deben ponérselo fácil a sus colegas en la tarea de demostrar que han errado. Su tesis seguirá siendo válida mientras no haya nadie que demuestre lo contrario.

      Quizás por ello, los científicos han desarrollado un finísimo olfato escéptico, una especie de lupa que les permite observar el mundo con ciertas garantías de que no les van a engañar. Evidentemente, no son infalibles. Y les engañan. O se engañan a sí mismos. (...)

      El escepticismo es una herramienta poderosa y frágil a la vez, como la fuerza de gravedad: capaz de mantener unidos los planetas y de aproximar dos galaxias hasta hacerlas colisionar y, sin embargo, incapaz de dejar nuestro trasero pegado a la silla si los músculos del glúteo y de las piernas, pequeños y torpes, se empeñan en que nos levantemos.

      El escepticismo puede perecer por muchos motivos: por falta de educación crítica, por falta de tiempo, por pereza... La peor forma de perder el escepticismo es, en cualquier caso, la desesperanza. Los seres agobiados, desesperanzados, angustiados por su realidad, apenados por una desgracia, sufrientes, en estado crítico... son seres condenados a sufrir la terrible tentación de la credulidad. Y es comprensible, y nos compadecemos de ellos.

      Nadie puede tener nada contra la madre que acude a la consulta de un chamán en busca de una solución para la enfermedad del hijo al que los médicos han desahuciado. No tiene sentido que exijamos que sea escéptica, que piense que realmente la solución milagrosa que le están ofreciendo no es más que una sarta de embustes. Como tampoco podemos condenar al arruinado, al abandonado por el amor, al solitario, cuando buscan consuelo en el horóscopo del día o consejo en las cartas del tarot. El científico francés Henri Poincaré lo definió de manera sublime: "También nosotros sabemos cuán cruel puede ser en ocasiones la verdad, y nos preguntamos cuánto más consolador es el engaño".

      Los vendedores de supercherías son hábiles en la tarea de pulsar los rincones del alma en los que el escepticismo flaquea. Durante mis primeros años como redactor de la revista 
      Muy Interesante tuve la oportunidad de realizar una investigación sobre la Iglesia de la Cienciología, una organización considerada en muchos países una secta destructiva, pero inscrita en España en el Registro de Entidades Religiosas, que construye su ideología sobre un inteligente entramado de apariencia científica y camino de autosuperación.

      Me entrevisté con algunos de sus responsables más destacados, y pude comprobar de primera mano cómo era el grueso de su clientela. Buena parte de los adeptos llegaban a través de centros de desintoxicación para adictos a las drogas. Otros eran captados en lugares de reunión y asociaciones de personas con problemas emocionales. Incluso pude comprobar cómo repartían su propaganda entre personas que acababan de pasar una temporada problemática en un centro de salud mental. Por supuesto, también hay acólitos sin problemas aparentes, si descontamos como problema el haber perdido prácticamente la capacidad para el escepticismo.

      Sólo así se entiende, por ejemplo, que profesen credibilidad casi devota a un aparato llamado e-meter o "electropsicómetro": un par de diodos conectados a un cable que supuestamente es capaz de detectar el estado mental del que lo sujeta con las manos. Ante ese aparato pude ver cómo hombres hechos y derechos, mujeres enteras y verdaderas desnudaban sus almas delante de un compañero, llamado "auditor", con la confianza de quien se postra en un confesionario, pero con peores consecuencias: quién sabe qué uso haría la secta de aquellas miserias aventadas en público, de aquellos problemas, complejos, delitos, infidelidades, sueños confesados con la aparente asepsia de la tecnología.

      Nadie acude a un gurú esotérico a confesarle: "Soy feliz, mi vida es plena, tengo todo lo que necesito". Nadie pide a la echadora de cartas que el tarot le cuente que esta mañana se ha levantado como siempre, ha llevado a los niños al colegio y ha iniciado una jornada de trabajo agradable y llena de éxitos, como todas.

      El mundo de lo paranormal está siempre ahí, dispuesto a ayudarte si estás en apuros, si estás desesperado. En el fondo, las sociedades que han perdido el escepticismo ante lo mágico son sociedades algo más desesperadas.

      La Edad Media era un paraíso de las ideas esotéricas e irracionales: se consumían brebajes para enamorar, se consultaban oráculos en las estrellas, en las tripas de los animales o en los posos de las infusiones, se asesinaba en la hoguera a personas acusadas de contaminar las aguas, arruinar los cultivos o hacer cambiar el clima.

      Pero los siglos posteriores pudieron ver abrirse paso un nuevo método para identificar las ideas racionales, eliminar las irracionales y favorecer el crecimiento de la sabiduría. El método científico es la base intelectual del mundo en el que vivimos. Cuando aún no existía, la esperanza media de vida al nacer de un europeo era de 34 años; hoy supera los 80. Hoy no morimos de ninguna de las enfermedades más comunes entonces, y nuestros hijos tienden por naturaleza a sobrevivir al parto, justo lo contrario de lo que ocurría en aquella época oscura. Habremos de convenir que el método científico, cabalgando a lomos del escepticismo, nos ha traído un mundo mejor.

      Y lo ha hecho sorteando una terrible paradoja. Pudiera parecer que cuanto más escéptico es el análisis que se realiza de un fenómeno, más inapropiado resulta para la innovación. Si eres demasiado escéptico, ¿no terminarás convertido en un viejo cascarrabias incapaz de asumir nuevas ideas? ¿No es el escepticismo el que empuja al productor de cine a rechazar el guión de una joven promesa, al editor a negar la publicación de un científico novel con una teoría revolucionaria? Sin alguna dosis de encantamiento, sin un poco de magia, de osadía, de intuición, de locura, no habría revoluciones.

      Puede que el argumento parezca sólido. Pero no es bueno confundir escepticismo con inmovilismo. La ciencia es escéptica justo hasta el momento en el que toca ilusionarse con una nueva idea. De hecho, en los círculos científicos la frase preferida de un buen investigador es: "Tienes razón, voy a replantear mis cálculos. Estaba equivocado". ¿Se imaginan esas palabras en boca de un político?

      Gracias al equilibrio entre escepticismo y apertura de mente, la ciencia ha podido derribar muros intelectuales supuestamente infranqueables. Ha podido convencer siglo a siglo a los guardianes de la cultura de que la Tierra no es el centro del Universo, una idea poderosa que dotaba a los seres humanos de una posición única. Nos ha convencido de que ni siquiera nuestro Sol es la capital del Cosmos. Sencillamente es una más de los miles de millones de estrellas que existen, y, para colmo, no es de las más lustrosas. El escepticismo científico nos ha descubierto que los seres humanos no somos el mejor producto de la creación. Al contrario, vinimos a este mundo hace un suspiro y compartimos origen con el resto de las especies: desde las lechugas a las musarañas.

      Ni siquiera somos algo especialmente diseñado: nuestro diseño responde a las mismas leyes genéticas que gobiernan cualquier otro tipo de vida, nuestros genes están hechos del mismo material que los genes de una rata de cloaca.

      De todo eso ha sido capaz el escepticismo. Ha costado unos cuantos siglos, pero lo ha logrado. Y aún le quedan muchas batallas por ganar. Ha de convencernos de que la conciencia humana está vinculada a un sustrato físico que habita en el pequeño mundo de las neuronas y que, quizás, cuando nos emocionamos escuchando 
      Un bel di vedremo de Madame Butterfly, cuando sentimos la presencia de la mujer amada arrastrando sus sordos pies descalzos sobre el suelo enmoquetado, cuando nos estremece el acto litúrgico ante el altar, no estemos haciendo nada físicamente diferente a lo que hacen las hembras de león cuando lamen a sus crías: disfrutar de una catarata de reacciones bioquímicas de las que nos ha dotado la evolución para sobrevivir.

      El último asalto del escepticismo a nuestra escala de valores secularmente instalada puede ser relativizar otro de nuestros tesoros más preciados: la cultura. ¿Y si la necesidad de cultura no fuera más que una pulsión genética? ¿Y si el apetito por saber fuera una estrategia de nuestros genes para mantenernos vivos, del mismo modo que el apetito por comer es un instinto que empuja al oso a salir del confort de su cueva, a moverse y arriesgar su vida, o el apetito sexual es la única manera concebible capaz de hacer que un sapo se decida a esparcir sus genes entre los huevos infertilizados de la hembra? ¿Y si el propio escepticismo no fuera una cualidad suprema de la mente humana, sino una estrategia de supervivencia diseñada en el tiempo en el que compartíamos genes con los animales acuáticos, hace 450 millones de años, pero adaptada a nuestro devenir: perdimos las agallas para respirar, pero desarrollamos la capacidad de dudar?

      La lupa escéptica, puesta sobre sí misma, ¿qué imagen arrojaría? "Sólo el escepticismo le impedía ser atea", decía Sartre de su abuela. Sólo el escepticismo impide a la ciencia renunciar al misterio, a la magia y la fascinación. Sólo en un cerebro realmente escéptico cabe la posibilidad de pensar que una señal de radiotelescopio cronométricamente precisa puede ser un mensaje extraterrestre. Y sólo el escepticismo permite que la misma persona, días después, demuestre que no lo es.

      En el fondo, la ciencia no es un destino, es el viaje. No es un objetivo, es una herramienta. Subidos en la nave de la ciencia, los seres humanos recorren su camino por los milenios arrojando luz a diestro y siniestro sin necesidad de pensar en el final del trayecto. Basta con dejarse asombrar por lo que la luz va desvelando y enfocar la antorcha un poquito más adelante cada vez. La ciencia no es el contenido de la caja de las ideas, es la vela con que la iluminamos para hacerlas evidentes.

      Por eso, al contrario de lo que muchas veces se ha pensado, ser escéptico no consiste en combatir la magia. No consiste en desterrar de la mente humana la capacidad de encantamiento.

      Hace años fui llamado a numerosos medios de comunicación para participar en tertulias y debates sobre el esoterismo. Debía enfrentarme a brujas varias, astrólogos, personas que decían ser abducidas, echadoras de cartas... En contra de lo que algunos compañeros de profesión hacían, yo jamás traté de desacreditar a aquellas personas: me merecían el máximo respeto intelectual. ¿Es posible, con la sarta de estupideces que parecían estar diciendo, que tuvieran algo que enseñarme? Estoy convencido de que lo hicieron, porque sus visiones extraterrestres, sus profundas creencias en el curanderismo, su confianza ciega en el horóscopo son, también, productos de nuestra mente, manifestaciones del modo en el que se comporta ese cúmulo de neuronas organizadas según los designios de los genes tras millones de años de evolución. Entender por qué creen en cosas tan raras tiene que ser a la fuerza una fuente privilegiada de información sobre por qué los humanos somos como somos.

      Este libro es, en suma, un viaje por esa forma de comprender el mundo. No encontrará en él el lector un alegato iracundo contra la astrología, contra la ufología, contra la parapsicología. Se enfrentará, sí, a muchas de sus contradicciones, errores, falsedades y fraudes. Hallará razones para considerar estúpido creer en ellas. Pero no verá un ápice de reproche. Al contrario, creo que es mucho más apasionante utilizar la tendencia humana a la superchería para conocer toda la fascinante ciencia real que se esconde tras los postulados de la pseudociencia.

      Todo lo que aquí he recopilado lo he aprendido, precisamente, por no creer en fantasmas. De algún modo, este libro se lo debo a ellos.



      NOTA: Este texto es un fragmento de la introducción de LAS MENTIRAS DE LO PARANORMAL, el más reciente libro deJORGE ALCALDE, que acaba de publicar la editorial Libros Libres.


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      Publicado por VRedondoF para ENIGMAS el 5/02/2009 06:24:00 PM
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      ["Poner el CAZO"] LA DENUNCIA QUE DESTAPÓ EL MAYOR CASO DE CORRUPCIÓN LIGADO ...

      LA DENUNCIA QUE DESTAPÓ EL MAYOR CASO DE CORRUPCIÓN LIGADO AL PP

      "Correa grabó un vídeo para extorsionar"

      Un ex concejal del PP puso hace año y medio a la fiscalía sobre la pista de una trama que hacía negocios gracias a los favores de dirigentes populares

      JOSÉ A. HERNÁNDEZ - Madrid - 02/05/2009

       

      José Luis Peñas, ex concejal del PP de Majadahonda (Madrid) y amigo de Francisco Correa desde 2001 hasta 2008, se presentó el 6 de noviembre de 2007 ante la Fiscalía Anticorrupción y entregó el material que, durante meses, había grabado en numerosas reuniones para denunciar el mayor caso conocido de corrupción vinculada al Partido Popular (dos Gobiernos autónomos, media docena de alcaldes, el tesorero nacional del partido y un eurodiputado están implicados). Peñas denunció la existencia de una trama empresarial, cuyo jefe y cerebro era Correa, que durante 10 años aprovechó sus amistades en el PP para lograr contratos de Gobiernos populares e intermediar para lograr adjudicaciones de suelo para empresarios amigos.

        La noticia en otros webs

        Las revelaciones de Peñas costaron el cargo a un consejero y a tres alcaldes

        El denunciante llevó a la fiscalía la grabación de sus citas con Correa

        Año y medio después, la denuncia de José Luis Peñas, tras la investigación judicial y policial de los hechos que detallaba, ha forzado ya la dimisión de un consejero autonómico de Esperanza Aguirre, tres alcaldes madrileños y numerosos cargos municipales. Además, amenaza la continuidad en sus cargos del presidente valenciano, Francisco Camps, su mano derecha, Ricardo Costa; el tesorero nacional del PP, Luis Bárcenas, y el eurodiputado Guillermo Galeote, que ya ha perdido su puesto en la lista europea de su partido.

        En uno de los escritos de la Fiscalía Anticorrupción se da cuenta de algunos pagos de Correa a Peñas, que no está imputado en la causa. El ex edil explicó esta semana al juez instructor del Tribunal Superior de Madrid, en una ampliación de declaración, que Correa le ayudó a pagar los gastos de un partido independiente que fundó: abonaba el alquiler, dos nóminas, secretarias, publicidad, campañas... Según Peña, le aportaba 3.000 euros al mes en sobres.

        Lo que sigue, resume el contenido principal de la declaración más amplia de José Luis Peñas que consta en el sumario, efectuada ante la Fiscalía Anticorrupción en mayo de 2008.

        - El origen de una amistad. "Conocí a Francisco Correa a través de su mujer [que trabajó como jefa de gabinete del alcalde de Majadahonda cuando el denunciante formaba parte de ese equipo de gobierno]. Correa se dedica a organizar eventos para ayuntamientos dirigidos por el PP y para el propio PP. También se dedica a la actividad inmobiliaria mediante la compra y venta de terrenos. Aunque no esté en los registros oficiales como administrador, es él quien controla la actividad de las empresas. En mi presencia, Correa ha revelado la capacidad que tiene para reclamar la contabilidad o las facturas de algunas de estas empresas".

        - Los motivos de la denuncia. "Estoy desencantado del PP. Al conocer los hechos irregulares que he conocido de Paco Correa y de su entorno, tenía la opción de no denunciarlo e intentar hacer negocio con lo que sabía, o bien denunciarlo. Opté por denunciarlo, y por eso mantuvo el contacto con Correa y su entorno, pero grabando algunas conversaciones".

        - Facturas falsas. "La actividad de la empresa tenía lugar en Serrano, 40, en la cuarta planta puerta izquierda. Allí se lleva la contabilidad de la empresa y hay dinero negro del que dispone Correa. En esta oficina se dirige la actividad de [las empresas de la trama] Inversiones Kintamani, Orange Market, Easy Concept y otras. La confección formal de la contabilidad y facturación se lleva a cabo por Asesoría Galher, que también les facilita facturas falsas. Esas facturas iban para Easy Concept por servicios no prestados, según supe porque me lo contó Isabel Jordan [directiva de Easy Concept]".

        - Una comisión de tres millones. "El alcalde de Boadilla adjudicó suelo para viviendas de lujo a UFC [promotora propiedad del empresario José Luis Ulibarri] porque este empresario pagó tres millones de euros de comisiones a Paco Correa en el despacho del empresario en Valladolid. Correa pagó a su vez en metálico al alcalde de Boadilla. Correa suele hacer entregas de dinero en efectivo que lleva en una caja de zapatos. Ulibarri pagó a Correa y no directamente al alcalde de Boadilla porque era a quien conocía y con quien trataba profesionalmente. Y Correa, a su vez, era el que tenía relación directa con el alcalde".

        - Extorsión por vídeo. "He visto unas imágenes en vídeo que me enseñó Correa donde salen el alcalde de Boadilla, [el diputado autonómico] Bosch y otro alto cargo municipal en torno a una mesa de la casa de Correa. El alcalde de Boadilla está contando dinero. Correa me dijo que hizo esta grabación para protegerse y extorsionar al alcalde de Boadilla".

        - Propiedades del jefe de la trama. "Correa tiene un chalé adosado y otro piso en Sotogrande, una vivienda en Pozuelo, otra en Ibiza, varias fincas en Cádiz, un barco y cuatro coches de lujo".

        - Deudas de la Comunidad de Madrid. "Correa me pidió que me pusiera en contacto con Alberto López Viejo [consejero de Deportes de la Comunidad de Madrid y hombre de confianza de Esperanza Aguirre, presidenta regional, a la que montaba los actos institucionales contratando a las empresas de Correa] para cobrar una deuda de dos millones de euros a la Comunidad. Me dijo que amenazara a López Viejo con que si no pagaban iba a contar que la Comunidad de Madrid había pagado facturas por servicios no prestados para financiar actos del PP. Correa quería que yo fuera en condición de letrado pero cuando supo que me quedaba una asignatura de la carrera de Derecho, me dijo que se lo iba a pensar".

        Tras esta declaración, Peñas ha colaborado en otras ocasiones con la justicia para ampliar detalles de su denuncia inicial. El jefe de la trama corrupta, Francisco Correa, considera un traidor a Peñas. Así lo ha hecho saber en la declaración que prestó el pasado jueves ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM). Sobre las grabaciones de sus conversaciones que han sido aportadas por Peñas, Francisco Correa mantuvo ante el juez que José Luis Peñas sacó de contexto los comentarios hechos en las distintas reuniones que grabó.

        "Me habló en Navidad de Bárcenas..."

        El ex concejal José Luis Peñas, en una ampliación de su declaración judicial, efectuada esta misma semana ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, dio nuevos detalles sobre cómo pudo acceder al centro de la trama. Así, relata que tuvo "una estrechísima relación laboral con la mujer de Correa" con la que coincidió en el gabinete de Guillermo Ortega, quien entonces alcalde de Majadahonda. Esa relación se convirtió "en una gran amistad que le dio acceso directo a Correa". Éste incluso llegó a admirar al ya ex concejal, porque el supuesto jefe de la trama "compraba a todo el mundo menos a él", que nunca aceptó "integrarse en sus negocios".

        Peñas se atrevió a denunciar la corrupción en Majadahonda, pero fue expulsado del PP "porque Esperanza Aguirre no quiso escucharle", según la declaración. Por ello, decidió continuar para recabar pruebas para la justicia. "En este contexto de total confianza y cercanía", Correa se desnudó ante Peñas y le fue relatando detalles de sus negocios. Y así ambos pasaron una Navidad juntos en la que Correa "le habla de Luis Bárcenas [senador y tesorero del PP], Alberto López Viejo [ex consejero de Deportes de Madrid], de Arturo González Panero [ex alcalde de Boadilla del Monte], de Guillermo Galeote [eurodiputado]...".




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        Publicado por VRedondoF para "Poner el CAZO" el 5/02/2009 10:32:00 AM
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        [NyD] La fórmula "ultrasecreta" de la Coca Cola

        La fórmula "ultrasecreta" de la Coca Cola

        Acerca de la Coca Cola hay muchos mitos. El más difundido es, sin duda, el secretismo que envuelve su composición química exacta. Incluso se dice que sólo dos personas conocen esa fórmula secreta y que las dos no pueden volar en un mismo avión, por si el avión se estrellara y el secreto muriera con ellos.

        Conocer la fórmula de la Coca Cola es, sin embargo, relativamente fácil. Sólo hace falta usar durante unos segundos un espectrómetro óptico.

        Si nadie ha reproducido el sabor de Coca Cola con otra marca es sencillamente porque la fórmula está protegida con Copyright. Por ejemplo, la formula de la Pepsi tiene una diferencia básica con la de la Coca Cola y es intencional, para evitar demandas.

        La formula de la Coca Cola es muy sencilla:

        • Concentrado de azúcar quemada –caramelo– para dar color oscuro y gusto.
        • Ácido fosfórico (sabor ácido)
        • Azúcar (HFCS-jarabe de maíz de alta fructosa)
        • Extracto de hojas de la planta de Coca (África e India) y otros pocos aromatizantes naturales de otras plantas.
        • Cafeína.
        • Conservante que puede ser Benzoato de Sodio o Benzoato de Potasio
        • Dióxido de Carbono en cantidad para freír la lengua cuando se bebe.
        • Sal para dar la sensación de refrigeración.

        Como apunte, advertir que una lata de Coca Cola contiene más de un centímetro y medio de azúcar. Aproximadamente tres cucharadas soperas llenas de azúcar por lata.

        Vía | edpac.org



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        Publicado por VRedondoF para NyD el 5/01/2009 06:02:00 PM
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